Mi nombre, mi nombre, cuál de todos es mi nombre. Acaso el que oí por primera vez de los labios de mi madre, y que no supe comprender, o el que gritaban los chicos cuando el balón estaba listo para ser golpeado o el que me susurró aquella chica del beso primero. Aquél que iba después del título universitario o el que estaba escrito en la cartilla militar. El que acuñaste tú a fuerza de abrazos, caricias o lágrimas. El que escriben los cronistas completo y rimbombante en la sección de la cultura. El que está escrito en los diplomas de las paredes. Ése con el que firmo cada cuadro y cada esquela y cada nota. El que me pusieron las cosas que hago y dan cuenta de mis oficios, de mis manías, de las percepciones que tienen los otros de mí mismo. El que dice la voz que pregunta por mí del otro lado del auricular para la próxima entrevista. Éste que el cúmulo de aplausos proclama. O será tal vez el que he acuñado paso a paso. El nombre con el que me bautizaron los días, los años, las tristezas. Ése que me repite el espejo cada noche, éste que el viento sopla cuando entra por la ventana. El que quedará escrito sobre una piedra incluyendo la fecha del inicio y la del fin. Cuál de todos ellos sabe llamarme. Cuál de todos hace que voltee la cara al escuchar la voz que me convoca por la calle. Cuál de todos, qué palabra me describe, me define y sabe nombrarme. Será alguno, serán todos, será ninguno. Cuál, cuál de todos es mi nombre. Cuál, cuál de todos es el tuyo.
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