sábado, 22 de marzo de 2008

Lupus homo homini tamquam corpus corpori est ut anima famem habet. Ego lupus mihi sum.

viernes, 21 de marzo de 2008

Viernes Santo

Y cuántas caídas más han de llegarme. Cuánto polvo he de comer todavía. Si de Cirene ha de venir alguno, que aparezca pronto.

miércoles, 19 de marzo de 2008


Son las 2 y 37. Dejo que el reloj avance. Mentira. Avanza solamente. Triste fortuna que amenaza simultánea el principio de algo y su final inevitable. A veces no quisiera tomar el hilo nunca para no alcanzar el otro extremo y, sin embargo, voy y persigo. Aún no empieza y ya auguro el desenlace. La única forma de evitarlo es no comenzar, dejar que no suceda. Mas el primer paso ya está dado y en vilo mi planta en el aire acaricia el segundo, hasta que el muro que sospecho detenga mi decurso. Aquella opción me es seductora en este instante, obcecada y famélica me ronda, me va buscando y de tanto acechar quizás me encuentre. Ya viene el sueño, por fin el sueño que otra vez me salva. Son las 3 y 27 y dejo que el reloj avance. Mentira. Avanza solamente.

lunes, 10 de marzo de 2008

Mis amigos psicólogos (que son muchos) dirán que al escribir afloran todos los traumas y las obsesiones. Tocan a la puerta. Tengo miedo.

En las pequeñas y azules llamas de la estufa, la mañana posterior a tu muerte, quemé las cartas y los libros. Tu carnet de identidad crujió y el pasaporte, sin un solo sello, se consumió en volátiles cenizas. Los restos de tu ropa también probaron el fuego junto al dibujo a lápiz de pómulos desiguales. Tardé breves, eternos, instantes para al fin lanzar la última de tus fotos; no pude evitar un suspiro cuando los ojos y la sonrisa triste se desvanecieron. Tomé unas cuantas cosas mías, las metí en una de las dos mochilas idénticas y salí de la casa. Un insistente recuerdo de ti quedaba en mi memoria mientras avanzaba por la calle. Las semanas siguientes, hurgué los diarios buscando la noticia de tu cuerpo encontrado y las divagaciones petulantes del cronista. Nada. Ni una mención, ni una sola nota. Entonces me embargó la tristeza de tu olvido, de tu inexistencia para todos. Después, el tiempo se encargaría de provocarlo en mí también, día con día, hora tras hora, hasta que fueras sólo una idea, sólo un nombre, luego nada.

domingo, 9 de marzo de 2008


Aquella noche no fue posible dormir. Oí cada ruido provocado por el viento, cada crujir de los muebles cuando la madera se acomoda y las pisadas del gato. Sentí latir mi corazón en las yemas de mis dedos y lo escuché rebotar en mis sienes. Aspiré con la boca el aire viciado del humo de un cigarro que se consumió sin probarse por segunda vez y olvidé el movimiento preciso para cerrar los ojos. Hasta el diminuto tic tac de mi reloj de pulso era un concierto de repeticiones interminables que podrían haberme enloquecido si es que hubiera un poco de conciencia en mí. No sé cuánto tiempo pasó ni si acaso podía moverme porque jamás hice el intento. Sentado, descubrí el secreto de la quietud absoluta y aprendí las extrañas formas que la textura irregular del techo dibujaba. La conciencia me regresó con lentitud y me di cuenta que comenzaba a temblar. Quizás no hacía frío pero fue preciso cubrirme con lo que encontré a mi alcance. Tu cuerpo estaba frente a mí. Con los ojos, seguí cada centímetro de la piel de tus brazos descubiertos y la forma que tomaba tu ropa en el contorno. Luego el curso de tus piernas y tus pies también desnudos. Si alguien duerme, incluso un sueño tranquilo, es posible notar el leve subir y bajar del pecho y, si se mira atentamente, aun el ligero abrir y cerrar de las fosas nasales aspirando. A veces se puede percibir el temblor de los ojos debajo de los párpados a causa del sueño producido en la mente o escuchar el leve sonido del aire cuando entra en la nariz o sale por la boca. Si nada de esto ocurre, la sensación es muy extraña y el rictus mortis se apodera hasta de uno mismo. Tal vez así es como se diferencia el sueño de la muerte. Aquella noche también yo estaba compartiendo el tuyo.

miércoles, 5 de marzo de 2008


Me quedo esperando sentado que pase algo que ya no es posible. Busco ojos que me evitan con desdén o con miedo. Será que saben lo que ha pasado y me repudian. Si fueran capaces, tal vez comprenderían. Pero no. La moral en turno ha de vencer de nuevo. Y qué me importa lo que piensa ese viejo que me mira de soslayo o esa niña a la que se le ha escurrido la pelota hasta donde estoy o aquella mujer que cree que la miro en busca de acariciarle las caderas. Igual que yo, ninguno de ellos ha aprendido las lecciones. Seguiremos andando sin andar, con nuestro miedo y nuestra soledad a cuestas, tratando de pensar, aunque el instinto gane la partida. Un día nos sorprenderá lo inevitable y nunca sabremos lo que ha pasado mientras tanto. No sé si lo has sabido tú y la duda me corroe las entrañas. Si aquellos supieran, lo confundirían con culpa, por esa costumbre malsana de no llamar a las cosas por su nombre. Es sólo incertidumbre. Sin saber si lo he logrado, te la he quitado y la he puesto sobre mí. Ahí estará hasta que se desvanezca lentamente o yo con ella. Ahora seré yo, junto a todos los otros que se han quedado, el que ande sin andar, el que deje avanzar el tiempo hasta que se termine. Vendrán a arrancarme los ojos por mirar más que sombras y yo no ofreceré resistencia. Dejaré que hagan su parte en este juego donde lo aparente siempre se superpone. Que griten con sus heraldos de pudor, Ahí va aquél que ha pecado contra Dios y contra los hombres, declaradle la guerra, dejad que muerda el polvo de sus culpas. Y yo no diré nada. No puedo ser el juez de mis propios actos ni el gendarme que al cadalso me conduzca. Asumo el hecho inevitable de ser el subterfugio de los otros y en donde reposa la transliteración de sus propios miedos. Que a través de mí encuentren los signos ocultos debajo de la vergüenza. Otro día va a terminarse por fin y no ha pasado nada. Mañana, tal vez mañana. Hoy sólo espero la respuesta que ya no escucharé de tus labios.

lunes, 3 de marzo de 2008

Melancolía

Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada.
Real Academia de la lengua.

sábado, 1 de marzo de 2008

Zozobras


1. f. Acción y efecto de zozobrar.
2. f. Inquietud, aflicción y congoja del ánimo, que no deja sosegar, o por el riesgo que amenaza, o por el mal que ya se padece.
3. f. Lance del juego de dados.
4. f. Mar. Estado del mar o del viento que constituye una amenaza para la navegación.
Real Academia Española

Excusas

Por cada nota que escribo hay varias docenas que se van volando a alguna parte.