lunes, 27 de octubre de 2008

Qué remedio, vengo aquí, a escribir de nuevo aunque me falten motivos. Ni soy feliz ni tampoco estoy triste, ni me detengo ni sigo ningún camino. Sólo estoy a la mitad, a medias de uno sé qué, de un no sé nada. Ni hay nadie al lado ni me preocupo mucho. Enciendo el cigarro 131,400 de mi cuenta personal y no sé cuántos faltan para que sea imposible hacerlo de nuevo. Aún no soy capaz de cruzar la frontera. Todavía escribo. Cuando descubrí que no había nada de interés en el mundo comencé a leer, cuando esto no fue suficiente empecé a escribir, primero a solas, ahora hasta lo hago público. Hace tiempo que perdí el miedo a que miraran lo que había más adentro, dejé que alguien lo hiciera, a pesar del riesgo. De tanto evitarlo, he hecho el ridículo por años y ahora me despierto cada día convenciéndome de que ya no lo haré más, al menos conscientemente. Estúpido propósito irrealizable. Seguiré dando tumbos, aunque cambie el nombre propio y hasta la circunstancia, nadie va a venir a asomarse de verdad en mi ventana. Seguiré creyendo falsamente, porque la fe, aunque falsa, es la única que nos sostiene, que vale la pena seguir escribiendo aunque ese alguien ya no tenga nombre, aunque nunca lo haya tenido. Seguiré escribiendo para todos, es decir, para nadie, acaso sólo para mí. Seguiré fingiendo que me lees, por creer en algo, porque es difícil no tener un dios o un diablo, o una bandera a quien rendir culto, o un héroe a quien mirar hacia arriba. Seguiré escribiendo una novela que no va a ninguna parte, que no va a publicarse nunca. Dejaré que la pluma pase por encima de un papel que por mi causa ya no estará en blanco, manchado por la tinta trémula de alguien a quien tiembla el pulso. Después de todo, eso es lo único que hago, aunque no bien, apenas si lo consigo.

sábado, 25 de octubre de 2008

Hospitales

Batas y paredes blancas. Visitas de seis a siete. Comida de mierda. Un hombre que con la sabiduría del oficio nos dice con voz grave: está usted enfermo, no sabemos de qué.

lunes, 20 de octubre de 2008

Souvenirs

Un paisaje en verde: La toscana. Un edificio: el Duomo de Milán. Un laberinto de agua: Venecia. Un orgasmo increíble: la capilla sixtina. Un sonido que queda: Una mujer cantando Nessun Dorma en una esquina. Un aroma danzando en el aire: el que traía el viento desde el puerto. El mejor camino: las noches de Florencia. Mi mejor recuerdo: unos ojos que contaban mil cosas en cada mirada. Mi mejor secreto: el nombre de la chica.

Fotografías

Me piden pruebas de que he estado en otro lado. No las tengo. Las fotos que he tomado ayer, antier, hace semanas, se parecen tanto a las de otros, tanto, tanto, tanto. ¿Serán iguales los recuerdos? A los míos les falta algo, no puedo decir el qué.

lunes, 13 de octubre de 2008

Había llegado de seis, se había ido de nueve, siempre silenciosa. Reía con el vuelo inexacto de los colibrís y la persecución a las palomas. En un mundo habitado sólo por ella, nadie lograba acercarse nunca. A veces la descubrían llorando en algún rincón de la casa, pero no era la única en aquel lugar que lo hacía con frecuencia. Parecía no tener ningún recuerdo, como si su vida hubiera comenzado sólo al entrar en aquel sitio. Se fue un día sin decir a nadie nada, siempre silenciosa. Además del nombre de sus padres o su antigua dirección, no había más datos. La mujer que la hizo llegar ahí no supo decir demasiado. Era común que los chicos huyeran, nadie se sorprendió. Cuando eso sucedía, solían irse dos o tres juntos, ella se había ido sola, lo supieron por la tarde, en la revisión de los cuartos. Hicieron el reporte de rutina y lo sumaron al archivo. Era todo. No supieron decirme nada más. Cuando salí, me detuve un poco a mirar a los que jugaban en el patio, una pelota casi rompe una ventana, una mujer pegó un grito de advertencia, un segundo de silencio y luego la continuación del juego sin más, risas, gritos, corretizas. La calle era la misma que antes, con sus árboles recién plantados, con el ruido de un claxon para rebasar al coche de enfrente, con el semáforo inservible. Y yo pensaba en la niña perseguidora de palomas que debió salir una mañana de hace muchos años por esta misma calle y traté de imaginarla dudando en la esquina si seguir de frente o dar vuelta hacia algún sentido. Giré hacia la izquierda. Caminé un poco tratando de adivinar. Desistí dos calles después cuando comprendí que era imposible perseguir su rastro, que se había desvanecido en algún sitio hasta que la encontré aquel día leyendo la historia de un crimen argentino. Ya no tenía nueve años, pero seguía pareciendo indefensa. Me senté a su lado sin hablarle y encendí un cigarrillo mientras miraba hacia ningún lado. ­­Cuida mi libro, no te lo vayas a robar, te estaré vigilando, y se levantó dejando el libro sobre la banca y corrió a perseguir a una paloma gorda que caminaba estúpidamente a unos metros de nosotros. Se acercó poco a poco, agachada, estirando las manos. La paloma primero caminó más rápido y luego voló definitivamente. Ella regresó enfadada, Pinche paloma. Yo había comenzado a mirar la contraportada y me lo arrebató, Te dije que lo cuidaras, sonreí divertido, ¿Lo has leído? Sí, hice una pausa, Varias veces. Entonces déjame terminarlo y tendremos una larga plática. Esa tarde comimos juntos y se quedó a dormir conmigo. Así comenzó todo para mí. Aquella larga plática nunca llegó porque al principio no era necesaria y después resultó imposible.

Trenes

Dicen que hay que pedir un deseo cada que pasa un tren, pero ¿qué hacer cuando es uno el que va en ellos?

sábado, 11 de octubre de 2008

Capri c'est fini

Domani Capri, sempre domani. Capri no llegó. En la última hora lo he comprendido: Capri no llegará nunca. Y sin embargo, por necesidad, por urgencia de motivos, cada mañana me miento frente al espejo que hoy no, pero que mañana, Capri llegará por fin. Domani Capri, me repito cada día, Domani, forse domani, aunque en el fondo todos sepamos que Capri no ha de llegar jamás, y todos ayudan diciendo que Domani Capri y nos reímos y mañana diremos que mañana y aquella mañana que la siguiente, aunque al fin todos sabemos pero no aceptamos, porque aceptarlo es imposible, que no hay Domani, que no hay Capri, porque Capri, aunque no queramos que así sea, Capri c'est fini.

Domani Capri

Tres días de mierda y la infame sensación del abandono. Por fortuna algunos cómplices que me mejoraron los días y me regresaron la esperanza de que mañana, siempre mañana, Capri estaba esperando. Entre tanto, minúsculos instantes, felicidad infinita. Domani Capri.

Vietato Tocare

Es difícil, a veces terrible, viajar con alguien que no te cae bien y he viajado 20 días en la peor de las compañías: yo mismo. Me cagan los turistas y yo soy el peor de todos. Estoy cansado de ver iglesias, museos, ruinas, todo muerto. Me gusta ver, soy sustancialmente un voyeur, pero me hace falta tocar, saborear, aspirar, sentir. Vietato tocare dicen todas las cosas. Los días que me quedan dedicaré a buscar algo (¿o alguien?) que con letras enormes diga: SI PREGA TOCARE, SENTIRE.

Nessun dorma

Firenze. Nessun dorma. Nessun dorma. Migue Ángel, el David. Nessun Dorma, Nessun Dorma.

Intermedio

Pausa. Es difícil viajar con una maleta tan pesada cada día sobre la espalda. Traigo tantas cosas que no se acaban nunca, que no se olvidan jamás. Quiero que se vayan regando por el camino y no es posible. Pesa tanto, tantísimo. Voy con todo lo que soy a cuestas.

Venecia y su laberinto

Todos los caminos conducen a Roma, los caminos de Roma a ninguna parte. El laberinto de Venecia siempre hacia un canal, siempre a Piazza Roma, siempre a la estación ferroviaria, como diciéndote adiós para siempre.

Aleph Romano

Ante la increible, colosal, piedra del Coliseo "temí que no quedara una sola cosa capaz de sorprenderme, temí que no me abandonara jamás la impresión de volver. Felizmente, al cabo de unas noches de insomnio, me trabajó otra vez el olvido". ¿También yo iré falseando y perdiendo bajo la trágica erosión de los años los rasgos de Beatriz?


J.L.Borges.

Aeropuertos

Un avión es un túnel donde el tiempo de antes es el de después o viceversa. Donde 12 horas se vuelven 19 de improviso o 5, nunca se sabe. Ahora no sé la hora precisa en la que escribo. Estoy en el aeropuerto desde hace más de 30 días y no es posible regresar el tiempo.

Volver

Para decir que uno ha vuelto, es preciso haber regresado de algún lado y tornar al sitio previo. No sé en dónde he estado. Este lugar tampoco es el mismo.