jueves, 28 de febrero de 2008

¿Y quién vendrá a leerme esta noche? Creo que, felizmente, nadie. Así podré quitarme los zapatos sin pudor alguno.

Insomnio

Entre las noventa y siete mil quinientas ochenta y cuatro cosas que dicen que debo de hacer, hay sólo una que me quita el sueño.

sábado, 23 de febrero de 2008

viernes, 22 de febrero de 2008

La multiplicación del Narciso

Soy reflejo, duplicado, repetición de lo que en mí se mira, ante mí todo es dos veces: lo que es y lo que muestro. Eres como yo. Juntos somos cómplices clavados en un muro y en un techo desgastados por el tiempo y la humedad que amenazan con cubrirlo todo. Una y otra vez este cuarto, estas paredes, esta cama pueden mirarse conmigo al fondo que los reflejo en ti de nuevo, tú en mí. Los dos formamos un laberinto de puertas interminables, de reiteraciones perpetuas. Nos necesitamos para mirarnos, dejamos de ser una llana superficie cristalina para convertirnos en la multiplicidad de las cosas, de nosotros mismos.
Han llegado. Su urgencia rompe lo estático de la imagen. Invaden la escena con torpes movimientos, con jadeos omitidos. Los trémulos dedos no son capaces de eliminar la ropa que cubre más que cuerpos: los cubre de sí mismos, de esa revelación que los enfrenta. Cuando al fin la desnudez es total cierran los ojos. Besan unos labios que no ven pero que imaginan, y en la construcción de la mente esos labios ya no son los mismos, son otros, idealizados y ajenos, y la piel no se parece a la que tocan. Huyen de nosotros, se esconden para no mirarse. Ellos se repiten y no quieren darse cuenta. Él finge un te quiero, ella no responde. Se recuesta sobre los resortes enmohecidos, esperándolo. Él, sin preámbulos, la penetra.
Hasta aquí todo es como siempre, una necesidad simulada, un engaño de sinonimia entre penetrar y poseer. Pronto uno de los dos va a descubrirlo, lo sabemos. Entonces el amor será verdadero.
Ha abierto los ojos; ahora no puede evitarlo. Inclina la cabeza. Por encima de su hombro se mira. Todo se duplica. Admira sus ojos brillantes, su rostro encendido, los muslos separados; lo demás no importa. Después me descubre. Mirarse en nosotros la provoca y se entrega. No a él, sino a sí misma. El deseo aumenta, quiere poseerse; lo único que busca es su reflejo. Oh, Narciso, que te atreves a mirarte. Obsérvala aprender el amor de los espejos, siente como disfruta estar en mí, en ti, en ambos.
Regresará muchas veces, sola. Dejará de esconderse bajo sus ropas y pasará minutos interminables frente a nosotros. Sin tu reflejo yo no podría mirarme, unidos somos uno, somos infinitos. Ella lo sabe, nos necesita. Pobres mortales, tontos esclavos. Un día dejará de venir porque será prisionera de otro dios más implacable. Nosotros quedaremos aquí sin necesidad de ella, tú y yo, el Narciso eterno que sólo sabe mirarse multiplicado.

Érase una vez

Érase una vez en que todos los relojes quedaron detenidos. Desde el de la catedral hasta el de la cocina. Mi reloj de pulso fue el primero. Y aquella vez la primera en que todo fue magnífico. El invierno no llegó, ni la soledad ni el hastío. Jugamos a jugar y mi nombre era el de todos y todos eran el mío. El sol brilló hasta arriba sin quemarme, en medio del mundo estaba y en cualquier punto y a cualquiera podía dirigirme. La espera no lo era más, tampoco la incertidumbre. Y conmigo estaban Gustavo y Jaime y todos, y volamos mil pelotas a la casa vecina y siempre hubo mil más como si aquellas se multiplicaran. También estabas tú y no te fuiste nunca. Mamá llegó a mirarme, sin sus ojos de vejez y de tristeza, y se rió conmigo de nuevo viendo aquella película que nos desbordó la carcajada. Y eso era el mundo. Y Jean Valjan encontraba a Cosette y la llevaba con Fantine y Garrik no era más aquel payaso triste. Aquella vez escribí por fin sin el miedo de ser cursi, con la conciencia de que lo era y cada mentira escondía una verdad y cada verdad no era más una mentira. Ya César abandonaba el imperio y dejaba a todos andar sin cobrar los diezmos por transitar la tierra. La vida al fin era vida y no era ya preciso el llanto. Érase la vez de los relojes detenidos. Luego, volvieron a avanzar, mas no volvió el pulso en el mío.

sábado, 9 de febrero de 2008


Soy dolor, soy nada. Vago sin cesar por las calles desiertas de una ciudad vacía y no te encuentro. Rondo por la basura del modus vivendi del que los años me han armado. He nacido como nace el río en el ojo de agua, del fondo de las piedras como si surgiera solamente. Lloro por no dejar que me consuma la indiferencia cotidiana, río porque no me gane la tristeza. Así van los días y las noches, así las noches y los días, así cada segundo. Tengo para mí que nada importa y, sin embargo, sigo viviendo al día, sin decidirme a dar el punto final de este correr que a nada me conduce. Quisiera no tenerte, quisiera que no me tuvieras y estoy aquí de todos modos, frente a ti, como si estar la pena mereciera. Quién eres que te has quedado, quién soy yo que permanezco. Mil lágrimas rodarán antes de que decida por fin desvanecerme, por fin huir, por fin quedarme. Tengo miedo, tengo frío. Fumo y me callo. Qué me queda, qué me queda. Ando sin andar y a medias vuelvo, como si fuera un vagabundo, nada de ti me queda, nada de ti olfateo. Quién me empuja a llorar, nadie. Quién me obliga a pensarlo, todo. Así estoy, así es que sobrevivo. Rondando entre mares de alcohol y de sombras, tratando de avanzar y me regreso, fingiendo que no miro, que no soy, que no estoy contigo. Vuelo sin volar, ruedo cuesta arriba para descender de nuevo. Estás tú, ahí, a lo lejos. Estoy yo, aquí, de ti tan cerca. Tan lejos de mí, no soy aquél que digo, no soy aquél que piensas, sino otro aquél que no es ninguno. Vendrán las noches y los días a hacer la vida y, después y antes de ellos, estaré de nuevo o nunca. Rasgaré las vestiduras de mis culpas a medio respirar y a medio todo. Cuando pase el fragor de la batalla incesante, me verás otra vez queriendo quererte sin que surta total efecto mi designio. Te querré a veces y a medias, sin saber si eso va a alcanzarte. Cuando todo vuelva a sus fuentes, negaré que te he mentido, olvidaré el fracaso de quererte y no sabré si estarás tú para entonces. Y así seguirá la vida. Llorando de soslayo, amando a punta de tristezas. Sobrevivir no es nada, sino lo es todo y amarte es la aceptación de tu existencia. Llegaré a la mitad de una noche sin estrellas o a plena luz del día, no importa. De cualquier modo he de llegar para irme luego. Así es esto. Vendrás a detenerme y a pedirme que me quede. No lo sé. Quisiera y no. Te imagino lejos de mí y no soporto. Te imagino cerca para siempre y la sola idea ya me cansa. Te quisiera cerca y lejos, tan lejos y tan cerca, yendo y viniendo sin cesar, como una reiteración constante. Así es como te quiero, mas no sé cómo es que quieres tú que yo te quiera y menos sé si es que yo quiero quererte de ese modo.
Y si te quiero más de lo que quieres ¿qué hago con el resto?