viernes, 22 de febrero de 2008

La multiplicación del Narciso

Soy reflejo, duplicado, repetición de lo que en mí se mira, ante mí todo es dos veces: lo que es y lo que muestro. Eres como yo. Juntos somos cómplices clavados en un muro y en un techo desgastados por el tiempo y la humedad que amenazan con cubrirlo todo. Una y otra vez este cuarto, estas paredes, esta cama pueden mirarse conmigo al fondo que los reflejo en ti de nuevo, tú en mí. Los dos formamos un laberinto de puertas interminables, de reiteraciones perpetuas. Nos necesitamos para mirarnos, dejamos de ser una llana superficie cristalina para convertirnos en la multiplicidad de las cosas, de nosotros mismos.
Han llegado. Su urgencia rompe lo estático de la imagen. Invaden la escena con torpes movimientos, con jadeos omitidos. Los trémulos dedos no son capaces de eliminar la ropa que cubre más que cuerpos: los cubre de sí mismos, de esa revelación que los enfrenta. Cuando al fin la desnudez es total cierran los ojos. Besan unos labios que no ven pero que imaginan, y en la construcción de la mente esos labios ya no son los mismos, son otros, idealizados y ajenos, y la piel no se parece a la que tocan. Huyen de nosotros, se esconden para no mirarse. Ellos se repiten y no quieren darse cuenta. Él finge un te quiero, ella no responde. Se recuesta sobre los resortes enmohecidos, esperándolo. Él, sin preámbulos, la penetra.
Hasta aquí todo es como siempre, una necesidad simulada, un engaño de sinonimia entre penetrar y poseer. Pronto uno de los dos va a descubrirlo, lo sabemos. Entonces el amor será verdadero.
Ha abierto los ojos; ahora no puede evitarlo. Inclina la cabeza. Por encima de su hombro se mira. Todo se duplica. Admira sus ojos brillantes, su rostro encendido, los muslos separados; lo demás no importa. Después me descubre. Mirarse en nosotros la provoca y se entrega. No a él, sino a sí misma. El deseo aumenta, quiere poseerse; lo único que busca es su reflejo. Oh, Narciso, que te atreves a mirarte. Obsérvala aprender el amor de los espejos, siente como disfruta estar en mí, en ti, en ambos.
Regresará muchas veces, sola. Dejará de esconderse bajo sus ropas y pasará minutos interminables frente a nosotros. Sin tu reflejo yo no podría mirarme, unidos somos uno, somos infinitos. Ella lo sabe, nos necesita. Pobres mortales, tontos esclavos. Un día dejará de venir porque será prisionera de otro dios más implacable. Nosotros quedaremos aquí sin necesidad de ella, tú y yo, el Narciso eterno que sólo sabe mirarse multiplicado.

No hay comentarios: