lunes, 27 de octubre de 2008

Qué remedio, vengo aquí, a escribir de nuevo aunque me falten motivos. Ni soy feliz ni tampoco estoy triste, ni me detengo ni sigo ningún camino. Sólo estoy a la mitad, a medias de uno sé qué, de un no sé nada. Ni hay nadie al lado ni me preocupo mucho. Enciendo el cigarro 131,400 de mi cuenta personal y no sé cuántos faltan para que sea imposible hacerlo de nuevo. Aún no soy capaz de cruzar la frontera. Todavía escribo. Cuando descubrí que no había nada de interés en el mundo comencé a leer, cuando esto no fue suficiente empecé a escribir, primero a solas, ahora hasta lo hago público. Hace tiempo que perdí el miedo a que miraran lo que había más adentro, dejé que alguien lo hiciera, a pesar del riesgo. De tanto evitarlo, he hecho el ridículo por años y ahora me despierto cada día convenciéndome de que ya no lo haré más, al menos conscientemente. Estúpido propósito irrealizable. Seguiré dando tumbos, aunque cambie el nombre propio y hasta la circunstancia, nadie va a venir a asomarse de verdad en mi ventana. Seguiré creyendo falsamente, porque la fe, aunque falsa, es la única que nos sostiene, que vale la pena seguir escribiendo aunque ese alguien ya no tenga nombre, aunque nunca lo haya tenido. Seguiré escribiendo para todos, es decir, para nadie, acaso sólo para mí. Seguiré fingiendo que me lees, por creer en algo, porque es difícil no tener un dios o un diablo, o una bandera a quien rendir culto, o un héroe a quien mirar hacia arriba. Seguiré escribiendo una novela que no va a ninguna parte, que no va a publicarse nunca. Dejaré que la pluma pase por encima de un papel que por mi causa ya no estará en blanco, manchado por la tinta trémula de alguien a quien tiembla el pulso. Después de todo, eso es lo único que hago, aunque no bien, apenas si lo consigo.

No hay comentarios: