Malas noches
Jorge Ibargüengoitia
(tomado de Viajes en la América ignota. Agradecimiento especial a Doña Rosario del Huerto que hizo el favor de enviármelo.)
Los insomnes son gente que vive cultivando el sueño, que no toca la carne de puerco, que no prueba el café después de anochecido, que cena ligero y temprano, que procura no tener altercados después de las ocho de la noche, ni leer nada que le parezca demasiado interesante; gente que se retira a su cuarto a las diez "porque tiene que dormir a pierna suelta" y que pasa la noche en vela, entre un coro de ronquidos, dando vueltas en la cama, imaginando traiciones o inventando problemas de ajedrez.
Como es natural, de tanto sufrir algunos de ellos se vuelven geniales. Escriben novelas en las que los héroes no logran conciliar el sueño y los villanos duermen beatíficamente, o bien novelas llenas de descripciones oníricas, improbables. Otros, en las desveladas, inventan teorías que explican la mutación de la hormiga, nuevas palancas de velocidades o nuevos sistemas de cimbrado.
Pero tanto los que tienen vigilia estéril como los que la tienen productiva, se quejan de ella y dicen que no hay peor maldición que la de no poder dormir. Atribuyen la tendencia a quedarse con la boca abierta y roncando a la falta de imaginación del sujeto, pero en el fondo lo envidian.
Otra peculiaridad que tienen algunos de ellos —la más desagradable— consiste en que en vez de quedarse en un cuarto oscuro, resignados a su mal, hacen todo lo posible por quitarle el sueño a quien no lo padece.
Jorge Ibargüengoitia
(tomado de Viajes en la América ignota. Agradecimiento especial a Doña Rosario del Huerto que hizo el favor de enviármelo.)
Los insomnes son gente que vive cultivando el sueño, que no toca la carne de puerco, que no prueba el café después de anochecido, que cena ligero y temprano, que procura no tener altercados después de las ocho de la noche, ni leer nada que le parezca demasiado interesante; gente que se retira a su cuarto a las diez "porque tiene que dormir a pierna suelta" y que pasa la noche en vela, entre un coro de ronquidos, dando vueltas en la cama, imaginando traiciones o inventando problemas de ajedrez.
Como es natural, de tanto sufrir algunos de ellos se vuelven geniales. Escriben novelas en las que los héroes no logran conciliar el sueño y los villanos duermen beatíficamente, o bien novelas llenas de descripciones oníricas, improbables. Otros, en las desveladas, inventan teorías que explican la mutación de la hormiga, nuevas palancas de velocidades o nuevos sistemas de cimbrado.
Pero tanto los que tienen vigilia estéril como los que la tienen productiva, se quejan de ella y dicen que no hay peor maldición que la de no poder dormir. Atribuyen la tendencia a quedarse con la boca abierta y roncando a la falta de imaginación del sujeto, pero en el fondo lo envidian.
Otra peculiaridad que tienen algunos de ellos —la más desagradable— consiste en que en vez de quedarse en un cuarto oscuro, resignados a su mal, hacen todo lo posible por quitarle el sueño a quien no lo padece.
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