El problema del insomnio no es no poder dormir, ni siquiera este cansancio crónico que me invade cada día. Tampoco andar como una especie de fantasma deambulando por la calle y hacer un esfuerzo sobre humano para estar atento, parecer gracioso y hasta inteligente. Mucho menos el hecho de que cuando todos los demás están dormidos uno sigue en la vigilia. El verdadero problema es que siempre hay muy pocas horas para seguir soñando y hay que estar despierto, siempre despierto.
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