viernes, 11 de abril de 2008


Vi que no estabas. Y es una manera de decir. Lo que vi fue un lugar vacío y respiré tu nada porque estaba en todas las cosas. Me senté y me quedé esperando. Luego llegaron ellos. Fueron directo a una mesa en el fondo, ahí donde la luz hacía más falta. Después de un tiempo indescifrable, se levantaron para seguir el ritmo lento de la música que nadaba en las paredes. Ella reptó con caderas ondulantes en su cuerpo, bailó la danza del deseo sobre él, que sólo la miraba. Lo buscó con las manos y los ojos, le acercó el aliento y saboreó su boca, le susurró al oído palabras inteligibles. Al fin, él en ella se perdió, pues en ella todo se perdía. Y yo la seguí a cada instante y le busqué los ojos y nunca pude encontrarlos. Esa noche yo no existiría para ella; ni esa noche ni nunca. Y sentí celos, unos celos atroces e infinitos por la mujer que no eras. Y eran falsos aquel bar y aquella noche, falso el aroma de ti que hasta mí llegaba y falso el alcohol que fluía por mi garganta, y eran verdad la punzada en el estómago y el correr alterado de la sangre por mis venas. Y aquella mujer que no era tú, ocupó el lugar vacío en el que antes habitó tu ausencia.

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