domingo, 27 de abril de 2008


Hola, cariño, ¿quieres compañía? Era flaca y morena, con el cabello largo y lacio hasta la cintura. Doscientos y el cuarto. Qué dices, mi rey, me pagas por adelantado. Asentí y le di el dinero que arrugó en la mano junto a otro papel que ella traía. Subimos a través de una puerta que sólo dejaba pasar uno a la vez. La escalera crujió a cada paso. Mientras yo cerraba, se levantó el vestido hasta la cintura mostrándome la ausencia de ropa interior y se tendió boca arriba en la cama, separando sus huesudas piernas para mí. Aprisa, corazón, que no tenemos toda la noche. Giró la cabeza hacia un lado mirando la azul pared del cuarto cuando me monté sobre ella. Me sintió terminar, me hizo a un lado, se levantó esquivándome y, sin soltar el papel y el dinero, se acomodó el vestido sin limpiarse. Ya sabes, cuando se te ofrezca, nene. Bajó corriendo por las escaleras que crujían casi todas al mismo tiempo. Desde la ventana, la vi cruzar la calle y meterse a una farmacia.

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