martes, 4 de diciembre de 2007

Instrucciones para no estar solo

Ante todo, duerma en el centro de la cama, así no notará que hay demasiado espacio no cubierto. Al despertar, encienda en seguida el televisor o la radio, excelentes acompañantes. Evite a toda costa el horroroso silencio que puede acabar con la eficacia de este instructivo. Mire el reloj. Note cuán tarde es. Dúchese de prisa. Jamás se siente a desayunar. Hágalo mientras se viste. Salga de casa. Camine casi corriendo a la parada del camión. Al subir descubrirá cuanta gente puede caber en un autobús. Sorpréndase. Avance hacia la parte trasera; el tiempo que tarde en recorrer el pasillo será proporcional al que necesita para llegar a su destino. En su centro de trabajo manténgase siempre ocupado. Si sus ocupaciones terminaron, platique con el portero o con esa mujer que no soporta; su cabeza se mantendrá tan concentrada en detestarla que la dosis puede durar incluso hasta después de la comida. Si prefiere mire el televisor de nuevo, trate de imaginar que ese programa de las 2.30 no es tan malo como creía. Al terminar de comer levántese de prisa. Se ha hecho tarde nuevamente. ¿Ha notado que rápido pasa el tiempo? A partir de aquí todo se complica. No se preocupe: tiene solución. Tome el teléfono. Elija el número correcto. Marque. Nunca espere más de cuatro timbrazos. Si no contestan, cuelgue he intente con un nuevo número. Evite siempre los cafés o los bares a excepción de aquellos con mucho ruido. Diviértase. Platique. Bese. Acaricie. Olvídese. Crea en los caballeros y en las damas. Disfrute esas odiosas frases de cliché que le susurran al oído. Entréguese.
Cuando lo crea conveniente regrese a casa. Agótese lo suficiente para que al llegar sólo desee dormir. No olvide acostarse en medio. Duérmase. Nunca sufra insomnio: es el único requisito. De lo contrario será inevitable: notará que acostarse a media cama no basta, que no le interesan en absoluto las noticias, que el reloj siempre tiene 60 segundos, que no puede desayunar mientras se viste, que odia los autobuses repletos, que prefiere quedarse adelante en lugar de chocar con esa gorda o ese niño con mochila, que el trabajo es idéntico al de ayer, que ya se sabe toda la historia del portero, que detesta tanto a esa mujer que no puede ni dirigirle la palabra, que no basta odiarla para que lo entretenga en la comida, que ese programa cada día es más repugnante, que nunca hay el teléfono adecuado, que divertirse no es tan fácil, que los temas se agotan, que los besos empiezan a saber igual, que esa caricia es corriente y burda, que el olvido es imposible, que creer no es suficiente, que entregarse es tan difícil como el olvido.
Ahora ya lo sabe. Qué remedio. El error es claro. Usted buscaba una amante y encontró una sacamuelas. Usted buscaba un oído y encontró una boca. Usted encontró compañía y quería, necesitaba, estar solo.
9-10-02.

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